El CEO se Entera de Mis Mentiras

Chapter 54



Capítulo 54

Todos estaban gritando y no prestaron atención a Alberto.

Alberto no hizo caso a Ana, se levantó directamente y se fue.

Cuando Alberto se fue, Ana rápidamente lo siguió: -¡Alberto, espérate tantito!

El juego terminó y Raquel, Ramón y Laura se disponían a salir del bar.noveldrama

Ramón miró a Raquel y sonrió: -Raquelita, gracias por lo de antes.

Raquel negó con la cabeza. En realidad, Ramón no la besó de verdad. Él solo puso las manos en sus mejillas, pero en lugar de besarla, besó sus propios dedos.

Sin embargo, para los demás, parecía que sí se habían besado.

Raquel sonrió levemente: -Señor Ramón, ¿acaso no he devuelto el favor de la botella?

Justo después de que ella terminó de hablar, se escuchó la voz de Rosa: -Señor Ramón, espere

usted un momento.

Raquel se giró, Rosa estaba ahí.

Ramón miró a Rosa: -Señorita Rosa, ¿hay algo en lo que pueda ayudarte?

Rosa se acercó a Ramón: -Señor Ramón, no te dejes engañar por Raquel, jestoy aquí para

descubrir su verdadera cara!

Raquel mantuvo su expresión. Sabía que Rosa no iba a poder quedarse callada por mucho tiempo.

Ramón la miró, curioso: -Señorita Rosa, ¿qué tienes que decir?

-Señor Ramón, ¿sabes quién es la señora Díaz? ¡Raquel es la señora Díaz!

Ramón se quedó sorprendido y miró a Raquel.

Señor Ramón, hace más de tres años, el presidente Alberto sufrió un accidente de tráfico y quedó en coma. En ese entonces, esta tal Raquel, quien venida del campo, aprovechó la oportunidad para casarse con él. ¡Ella es la esposa del presidente Alberto, que hasta hoy nunca ha tenido relaciones con él! ¡Señor Ramón, es la mujer que tu buen amigo no quiere! ¿Vas a

tomarla tú?

En ese momento, alguien se acercó, Alberto y Ana llegaron.

Raquel miró a Alberto y notó que su mano derecha estaba vendada con una venda blanca. ¿Qué

le había pasado en la mano? ¿Estaba herido?

Pero en el baño de hombres, su mano estaba bien.

Ana miró a Ramón: -Señor Ramón, lo que dice Rosa es muy cierto. La señora Díaz, que está casada con Alberto, es Raquel. ¡No seas tan pendejo como para terminar pagando por el error de otros!

Alberto quien hasta el momento se ocultaba en la luz tenue, por lo que no se veía claramente. Levantó su elegante párpado y miró a Raquel, mostrando una leve expresión de burla.

Raquel entendió lo que quería decir. Esa noche en casa Díaz, él también le había dicho que Ramón no se haría cargo de sus problemas.

Tal vez, al igual que Ana y Rosa, estaba esperando verla hacer el ridículo,

esperando verla ser rechazada por Ramón.

Ramón miró a Raquel: -Raquelita, ¿es todo esto cierto?

Raquel asintió sinceramente: -Es cierto.

Rosa, emocionada, exclamó: -¡Señor Ramón, mira, Raquel lo ha admitido!

Ana sonrio: -¿Acaso no se atrevería a negarlo?

Ramón esbozó una ligera sonrisa: -En realidad, ya lo había sospechado.

¿Qué dices?

Ana y Rosa se quedaron desconcertadas.

Ramón miró a Alberto: -Alberto, en realidad ya había adivinado la relación que tienes con Raquelita, así que ahora estoy tranquilo.

¿Tranquilo?

¿Tranquilo por qué o que?

Ana y Rosa empezaron a sentirse incómodas. Algo no estaba bien. Esa noche, Raquel había acaparado la atención de Ramón, y ellas no podían entender por qué Raquel había obtenido tanto protagonismo. ¿Qué tenía ella para merecer a Ramón? Tenían que detener todo esto.

En sus mentes, Raquel debería haber regresado al campo, ahí era donde pertenecía.

Estaban convencidas de que, una vez que Ramón supiera que Raquel era la mujer rechazada por Alberto, seguramente no la aceptaría.

Ambas esperaban con ansias el ridículo de Raquel.

Pero algo no estaba bien.

Ahora todo estaba raro.

-Alberto, sé que la persona que te gusta es Ana. Dado que no te interesa Raquelita, ¿puedo empezar a cortejarla oficialmente desde ahora?

Dicho esto, Ramón tomó suavemente la pequeña mano de Raquel y la apretó en

su palma: Alberto, me gusta mucho Raquel, y quiero estar con ella.


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