El CEO se Entera de Mis Mentiras

Chapter 39



Capítulo 39

Doña Isabel se sorprendió: -¡Alberto!

Raquel, que estaba afuera, también se sorprendió. No se esperaba que Alberto interfiriera para proteger a Ana del látigo.

Era evidente que Ana era su preferida de manera descarada.

Alberto miró a doña Isabel: -Abuela, basta. La persona que quiere estar con Ana soy yo. Ella no tiene la culpa, todo es mi error. No la lastimes. Si quieres golpear a alguien, golpéame a mí.

Ana inmediatamente extendió los brazos y abrazó a Alberto: -No, doña Isabel, no le pegues a Alberto, ¡golpéame a mí!

Ana y Alberto ahora parecían una pareja de amantes desafortunados, y doña Isabel era la villana que quería separar a los dos enamorados.

Raquel sentía un amargo dolor en su corazón.

Doña Isabel, con la mano que sostenía el látigo temblando, exclamó: -¡Alberto! Tu esposa es Raquelita. ¿Olvidaste quién no te abandonó durante los tres años que estuviste en estado vegetativo? ¿Cómo puedes herir el corazón de Raquelita de esta manera? Veo que esta Ana te ha enloquecido. ¡Bien, hoy te golpearé hasta que despiertes!

Con dolor en el corazón, doña Isabel levantó el látigo y lo azotó hacia Alberto. -¡Abuela, basta! -Raquel corrió hacia adelante y se interpuso para detenerla.

Doña Isabel, furiosa, gritó: -Raquelita, no tengas miedo. Yo te protegeré, ¡nadie podrá

hacerte daño!

Raquel sintió una sensación de calidez en su interior.

En ese momento, Ana gritó de dolor: -¡Alberto, me duele mucho el corazón!

Alberto giró rápidamente hacia ella. Ana se sujetaba el pecho con las manos, su rostro reflejaba un gran sufrimiento.

-¡Anita!

Raquel se acercó a Ana y extendió su mano, intentando examinarla: -Déjame

ver.

Pero antes de que pudiera tocar a Ana, la gran mano de Alberto, con nítidos nudillos, se extendió y la sujetó firmemente por la muñeca delicada.

Raquel levantó la mirada y se encontró con los fríos ojos de Alberto. Él, con indiferencia, dijo: -No quiero tus falsas muestras de compasión. Capitulo 39

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Alberto la sacudió con fuerza, Raquel perdió el equilibrio y su suave cintura se estrelló contra la esquina de la mesa de trabajo.

Raquel sintió un dolor punzante que la hizo derramar una lágrima.

Doña Isabel corrió a proteger a Raquel y reprendió a Alberto: -¡Alberto, ¿estás loco?! ¡¿Cómo puedes golpear a Raquelita?!

Pablo se interpuso entre ellos y dijo: -¡Señor Alberto, esto es demasiado!noveldrama

Alberto miró a Raquel, cuyo rostro pálido ahora tenía los ojos rojos, llenos de lágrimas

brillantes. La veía tan desvalida que causaba compasión.

La gran mano que colgaba a un lado se cerró lentamente, como si Alberto estuviera a punto de

acercarse.

Pero en ese momento, Ana gimió de nuevo: -¡Alberto, me siento muy mareada! Ana hizo un gesto como si fuera a desmayarse.

Con rapidez, Alberto la levantó en sus brazos y dio grandes pasos hacia la salida: ¡Preparen el auto! ¡Llévenla al hospital!

Raquel levantó la vista hacia Ana, y vio que, después de todo su esfuerzo por complacer a los demás, ahora Ana, quien pretendía desmayarse de debilidad, estaba recostada en los brazos de Alberto. Lentamente, le dedicó una sonrisa triunfante. 2

Esa partida, Ana había ganado por completo.

Doña Isabel, furiosa, dio un golpe al suelo con el pie: -¡Alberto, no regreses nunca más a esta casa!

Doña Isabel se desmayó de golpe.

-¡Abuela!

-¡Doña Isabel!

Raquel aplicó una aguja a doña Isabel, quien yacía en la cama, y su respiración finalmente se estabilizó.

Pablo, preocupado, preguntó: -Señora Raquel, ¿cómo está doña Isabel?

Raquel retiró la aguja y respondió: -La abuela está bien. Déjala dormir un poco.

Pablo, lleno de ira, dijo: -¡El señor Alberto no sabe qué le pasa! ¡Solo se dedica a proteger a esa Ana!

Capitulo 39

Ana era la mujer que él amaba, y eso le daba un poder inmenso sobre él.


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